jueves, 17 de septiembre de 2009

¿EL CONCEPTO ESTÁ EN EL NOMBRE? O ¿EL NOMBRE ESTÁ EN EL CONCEPTO?


Por: Juan David Salazar Montoya.

El nombre está en el concepto. Esto puede ser explicado a través de la naturaleza misma de los conceptos y el lenguaje. Según Sartre la esencia precede la existencia; algo existe porque después de reflexionar sobre sus cualidades, esencia y sustancia, es posible adquirir su concepto. Existe porque su esencia posee la capacidad de existir, existe porque lo concibo en mi mente. Ahora, según Espinosa: “es la sustancia anterior por naturaleza, a sus afecciones”

Es decir, el hecho de no concebir algo en mi mente no implica que no exista. Al conocer algo que no concebía, se adquiere un nuevo concepto, anterior por naturaleza al nombre, ya que antes de ser designado un nombre a un concepto, -previamente- implica la existencia de este, o más claramente: de algo no existente no es posible tener un nombre, puesto que para designar un nombre a un concepto, primero, es necesario, por naturaleza, su existencia.

Ahora, el lenguaje se puede entender como un instrumento adecuado para hablar de la realidad y de su representación. Aristóteles, uno de los primeros filósofos en abordar estas cuestiones del lenguaje, apoyaba el planteamiento de que el lenguaje se daba por convención –o por acuerdo-, y planteaba la universalidad conceptual, argumentando que la verdad es universal; haciendo que los conceptos sean universales, dejando al nombre simplemente como algo representativo a un concepto, por medio de la combinación de una serie determinada de letras.

Atribuimos un nombre a un concepto nada más que por simple costumbre, tales convenciones son necesarias para la exactitud a la hora de referirnos a algo, a un concepto; pues si esto no fuera así, cada persona tendría sus propias convenciones para expresarse, haciendo de la comunicación un caos, algo imposible. De acuerdo a los Planteamientos Aristotélicos del lenguaje, las letras son afecciones de los sonidos vocales, y estos a su vez son afecciones del alma (o más modernamente, de

a mente).

Tenemos entonces para el caso: un arqueólogo descubre un fósil de getayuayo (una especie de primate, nunca antes vista). La palabra getayuayo implica una relación directa con el descubrimiento, pero esta palabra no es más que una simple posibilidad entre muchas otras, pues los nombres, se dan en muchos casos en un intento por expresar la esencia de las cosas, en un intento de reproducir al objeto o a su posible significado. Si llegada la situación, en vez de llamar al fósil como getayuayo lo llamaran Homogetayo, un cambio de nombre no implicaría un cambio de concepto, puesto que la esencia y la sustancia del cuerpo no se ven alterados, lo único que cambiaría sería la palabra con que nos remitimos al concepto.

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