jueves, 2 de abril de 2009

Baruch de Spinoza


Conocido también por su nombre latino Benedictus de Spinoza o por su nombre Portugués Benito de Espinoza, fue uno de los pensadores más influyentes de la modernidad, sobre todo de los científicos de la época ya que desde su punto de vista había una entidad superior, una idea de dios, la cual era puro conocimiento, pero un conocimiento que plasmaba su poder en la naturaleza, en otras palabras el dios de Spinoza era la naturaleza. Como dato interesante, pensadores como Newton y Einstein consideraban a que el dios en el que ellos podían creer era un dios racional, un dios de la razón como el que había presentado Spinoza a lo largo de toda su obra.
Pero su obra no sólo es de carácter estrictamente racional, además Spinoza trató el problema de la relación entre la religión y el poder político en el “Tratado Teológico Político”. Por esta obra y por las repercusiones que en la época podría tener un manifiesto tan revolucionario, la iglesia judía, a la cual pertenecía más por tradición familiar que por devoción, expulsó a Spinoza de Ámsterdam y lo persiguió por algunos años hasta que él logró la protección del partido orangista, radicales opositores de las tendencias políticas judías. 

En 1660 se trasladó a Rijnsburg, pueblo bajo la sombra del poder orangista donde tuvo un poco de paz para escribir su exposición de la filosofía cartesiana, “Principia philosophiae cartesianae”, y los “Cognita metaphysica”, años después publica “Tractatus de intellectus emendatione”. Pero su trabajo no paró aquí, ya que de igual modo dedicó gran parte de su vida a fundamentar el orangismo en el resto de Holanda y a trabajar en la física de los cristales, pues su idea era perfeccionarlos a un punto nunca antes visto para poder realizar observaciones astronómicas de gran calidad y profundidad. En esta labor, y en su empleo de pulidor de lentes, se hizo amigo de Christiaan Huygens quien inventó el microscopio.
Con Spinoza podemos ver como el espíritu guiado por la razón sale avante ante las dificultades, las persecusiones, la enfermedad y la pobreza. Spinoza nació pobre y murió pobre, ciego, contagiado por tuberculosis, envenenado por los químicos con los que pulía cristales. Ciego y enfermo a más no poder, pero inmortalizado en la majestuosidad de una de las obras más imponentes de la filosofía inspirada en la matemática.



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